La figura de Leo Lionni resulta tan apasionante como sus obras. De hecho, al repasar su biografía resulta imposible no establecer paralelismos con las experiencias y características de los personajes de sus historias. A lo largo de su vida, Leo Lionni ha sido un dedicado profesor, escritor, crítico, editor, pintor, escultor, grabador, diseñador, publicista, caricaturista e ilustrador. El mismo Leonni dijo: “Para mí, al menos, un buen libro para niños describe esos momentos remotos cuando nuestra vida todavía no había sido sometida a las imposiciones y a las exigencias del mundo adulto. De ahí que un buen libro para niños sea, inevitablemente, autobiografía”.
Nacido en Ámsterdam en 1910 y criado en varios países europeos y en Estados Unidos, creció rodeado de una familia y un entorno cosmopolita y apasionado por el arte que animó al joven Leo desde sus primeros proyectos. Especialmente interesantes resultan las historias sobre las tardes que pasaba dibujando en el Rijksmuseum (que se encontraba a sólo unos bloques de su hogar) y sobre el cuadro de Chagall, “El violinista”, que su familia guardaba para su tío, que era marchante de arte, y que colgaba a la salida de su habitación. Sobre este cuadro Leonni dice: “Era un lienzo que rezumaba alegría con animados colores que parecían ondear como cintas en un viento helado… Era totalmente otro mundo, donde cualquier cosa podía suceder y todo era inesperado. Un mundo ruidoso y ajetreado, pero cercano y tocable. Quizás ese fue el lugar secreto del nacimiento de todas las historias que he escrito, pintado o imaginado”. Con estas y muchas otras experiencias, ya a una temprana edad Leo se familiarizó con artistas contemporáneos relativamente desconocidos (Klee, Kandinsky, Chagall, Mondorian,…), y con otros más consagrados como Rembrandt o Vermeer.
La niñez de Lionni transcurrió en un mundo en la cúspide de un cambio radical, con revoluciones culturales y políticas en el aire y en las calles. De igual manera, el sistema educativo progresista en el que transcurrió su educación tuvo una gran influencia sobre él. “Había un gran énfasis en la naturaleza, el arte y las habilidades manuales” recuerda Leonni.
A pesar de llegar a formar parte de las más importantes vanguardias artísticas de la época, la vida de Leo Lionni se vio influenciada por muchos otros acontecimientos: la presión de su padre para que completara una educación “seria” (de hecho nunca recibió una educación artística formal y se doctoró en ciencias económicas), los continuos cambios de residencia de su familia debidos al trabajo de su padre y a la Segunda Guerra Mundial, así como las responsabilidades adquiridas en alguno de los prestigiosos trabajos que desempeñó a lo largo de su vida.
Esta confluencia de circunstancias llevó a Lionni a situaciones tan diversas como la autoría de posters publicitarios durante la Guerra Mundial, la dirección de varias revistas de prestigio, a disfrutar de exposiciones individuales en prestigiosos museos de todo el mundo y hasta ser nombrado director de diseño de importantes multinacionales.
Sin embargo, como él mismo dice, “su imperiosa necesidad de movilidad continua y sin obstrucciones” le defendió de “la amenaza de un futuro predecible”. Así, en 1959 se prometió a sí mismo que daría un nuevo cambio a su carrera y abandonó su trabajo sin un proyecto concreto en mente.
Y un día, a los casi 50 años, con toda esta historia vital y experiencias profesionales a sus espaldas, llegó a los libros ilustrados influido no por otros autores, sino por el mundo del arte y el diseño. Curiosamente, su nueva carrera y su nueva vida empezaron casi como por casualidad en un viaje de tren con sus nietos, buscando una manera de entretenerlos. Así, inventando una historia con dos trozos de papel arrancados de una revista nació su primer libro: “Pequeño azul y pequeño amarillo”. Este momento, así como muchos otros de su vida quedan perfectamente descritos por una de sus citas más reproducidas: “De vez en cuando, desde el incesante fluir de nuestro imaginario mental, emerge inesperadamente algo, una idea, que por vaga que pueda ser, parece llevar la promesa de una forma, un significado y, más importante, una irresistible carga poética”.
Tras este primer libro, vinieron una sucesión de más de treinta obras, cuatro de las cuales recibieron el prestigioso galardón Caldecott. Nadarín (“Swimmy” en su título original), uno de los favoritos de Lionni, recibió este honor en 1964. En su carrera como autor de libros ilustrados, además de muchos otros premios, Leo Lionni recibió en 1984 la Medalla de Oro del Instituto Americano de Artes Gráficas.
Lionni solía pasar la primavera y el verano en su querida granja en la Toscana y allí, cerca de la naturaleza concibió muchas de sus obras. La belleza que veía en las piedras y briznas de hierba, en las orugas y en los cuervos fue una parte integral de sus libros. Y puede que, desde un muelle, en 1964, su observación de un banco de pececillos fuera el inicio de Nadarín.
Los libros ilustrados son una síntesis orgánica de las múltiples capacidades de Leo Lionni, de sus creencias y obsesiones, mezclando su sensibilidad artística, su sentido del humor, del color y de la abstracción con su deseo de contar historias. Leo es un artista que ha retenido su habilidad para pensar básicamente en imágenes, lo que le permite crear verdaderos libros ilustrados.
Leo fue posiblemente el primer autor de libros ilustrados en utilizar el collage, que utilizó en una gran cantidad de variantes. Además del collage, Lionni utilizó el carboncillo, la acuarela, los lápices de colores, el estarcido y muchas otras técnicas. Cada una de las obras de Lionni, como pionero de los libros ilustrados, siempre han supuesto grandes sorpresas y, no sólo han revolucionado la ilustración de libros infantiles, sino que han sentado las bases de un género experimental desde sus orígenes.
Se puede afirmar sin miedo a la equivocación que, desde sus primeras obras, muchos otros creadores han sido influenciados por, no sólo su utilización de las técnicas artísticas, sino por la apariencia nítida de su arte. Por ejemplo, Eric Carle reconoce a Leo no sólo el mérito de animarle a crear libros ilustrados, sino el de hacerle darse cuenta de que el diseño gráfico sofisticado puede hablar directamente a los niños y niñas.
Está claro que los adultos se sienten atraídos por sus libros. ¿Pero, qué hay de los niños y niñas? Entre los múltiples talentos de Leo, está el de comprender como funciona su mente. Él sabía que los niños y niñas responden y se identifican con historias sobre animales. Así, las historias que creó son simples fábulas que utilizan animales para mostrar un atributo humano o un valor. Las historias no están pensadas para machacar sobre la moralidad y buscan fundamentalmente el entretenimiento. Sin embargo, gracias a sus múltiples “capas de significado” muchos chicos y chicas sacan de ellas una nueva comprensión de la cooperación, la individualidad, la paz, la diplomacia y de muchas otras ideas subyacentes en sus historias.
Todas estas características hacen de los libros de Lionni un recurso ampliamente utilizado por profesionales de la educación en todo el mundo, desde la simple lectura de los mismos hasta la utilización como referencia en la elaboración de actividades como las que se proponen en esta guía.
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